Hoy escribo este post una vez llegado de nuestro viaje familiar por tierras Andorranas. Lo que me empuja a escribirlo es, paradójicamente, nuestra estancia en el hotel, aunque el contenido del propio post puede extrapolarse a cualquier ámbito de nuestra vida, tanto personal como profesional.

Quiero ligar este post con el nivel de excelencia que nos exigimos a la hora de hacer lo que hacemos. Y es que cuesta lo mismo hacerlo mal que hacerlo bien.

 Son muchas las personas que desean la abundancia sin saber que cualquier cosa que obtenemos en el plano de lo físico y material es consecuencia de lo que somos por dentro. Y el nivel de excelencia que nos exigimos a la hora de llevar a cabo cualquier acción tiene mucha relación con la Ley de causa-efecto. Te explico:

Vengo de pasar 4 hermosos días con mi familia, practicando deporte, en plena montaña Andorrana  y en un hotel el cual, supongo que por deformación profesional, he observado mucho y NO me ha causado una   MUY BUENA impresión. Ello, como te dije, me ha empujado a escribir este post.

Cuando una empresa olvida los pequeños detalles ya te está diciendo mucho del ADN de la misma. Y con ello no estoy diciendo que viva o exista por encima de sus posibilidades e invierta cantidades de dinero que hagan peligrar su viabilidad. Esto sería totalmente irresponsable. Es algo mucho más sencillo.

Me estoy refiriendo que cuando una empresa, en este caso concreto “nuestro” hotel, tiene una categoría que él mismo ha solicitado y que alguien se la ha asignado debe estar a la altura. Insisto que no me refiero al   lujo, sino a la altura de su categoría y de sus posibilidades. Me explico:

No puede ser que un hotel de 4 estrellas de una comida a sus huéspedes que no es merecedora de ponerse en la boca. Cuesta lo mismo cocinar la pasta bien cocinada que mal cocinada. No digo que me sirvan pasta artesanal y hecha al momento pero si me gustaría que todas las personas se sintieran artesanas en lo que hacen y hacer lo que hagan como si estuvieran haciendo una verdadera obra de arte.

No puede ser que si en los folletos sale un gimnasio hermoso y bien cuidado no haya ni cuidado, ni hermosura sino más bien todo lo contrario. Incluso en muchos de los aparatos no había ni funcionamiento posible. No estoy diciendo con ello que tangan la mejor tecnología pero que si sean artistas del mantenimiento y que cuiden lo que tienen (que por otro lado es lo que les da de comer) como si cuidaran auténticas obras de arte.

¿Cuesta tanto? ¿Cuesta tanto al cocinero, a la personas de mantenimiento, al responsable del hotel y a la gestión directiva exigirse cada uno lo mejor de sí para el beneficio final del cliente y como consecuencia de ellos mismos?

Robin Sharma habla de ello en su libro “Líder sin cargo”. No hace falta cobrar mucho para hacer tu trabajo lo mejor que sepas. No hace falta tener los mejores recursos para mantener lo que tienes en buen estado. No hace falta ningún cargo para ser lo mejor que puedas ser.

La verdadera abundancia empieza en uno mismo. En irse a dormir cada día con la satisfacción de haber dado lo mejor de sí en cada acción que emprendemos. El dinero, el cargo y el reconocimiento serán solo la consecuencia.

Y no!!! No me vengas con la puñetera excusa de que no quieres hacer más para que otro se llene los bolsillos. Lo haces por ti. Solo por ti. Por tu satisfacción, por tu profesionalidad, por tu conciencia, por el legado que quieres dejar y porque tal y como haces una cosa las haces todas.

Déjame que te recuerde un pasaje: Haz siempre las cosas lo mejor que puedas hacerlas. Hazlas de tal manera que no pases desapercibido para sorpresa del respetable. Se brillante. Lo demás vendrá solo. Y te vendrá a ti.

En mi vida he fregado vasos, he sacado carbón de los barcos, he ido con una barredora a limpiar una carretera, he trabajado para mí y para otros y sé que gracias a lo que he hecho en todos los trabajos y, sobretodo, como lo he hecho jamás me faltará trabajo. Jamás!!!

La gran noticia es que es elección tuya.

 

Se feliz amigo!!

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